Al llegar, decenas de locales se abalanzan sobre el barco: ofrecen transporte, alojamiento... Consigo deshacerme de la multitud. El camino principal acompaña a la playa a lo largo de la isla, como un paseo marítimo. Si uno se aleja suficiente del puerto, los restaurantes y bungalows comienzan a ser realmente baratos. Y menudas playas... Pero aun no las mejores.En las Gili, los coches y motos están prohibidos. No hay casi tiendas, ni siquiera de comida. Bicicletas y coches de caballos recorren el paseo marítimo. Y gatos, muchos gatos...Por la noche, la cena sentado al aire no puede ser mejor. La comida de Indonesia es una pasada. La brisa, las velas... Y el sabor del dulce tabaco de Surabaya.Por la noche (oh casualidad!) es (casi) luna llena. Está algo nublado: la luna aparece y desaparece. Y las olas rompen en la playa poco a poco, de un extremo a otro, como si alguien invisible estuviese corriendo en la orilla.De día, comienzo a rodear la isla. Se acaba el camino, empiezan los árboles. La playa a mi izquierda tras una fila de vegetación. La inmensidad del bosque a mi derecha. De vez en cuando, pequeñas casitas aun en construcción, medio hechas a mano por gente que querrá vivir aquí. Por un momento les envidio.Cuando considero que estoy suficientemente alejado, atravieso la verde espesura que me separa de la playa. ¡¡Oh!! Lo primero que veo es la gama de azules más bonita que haya visto nunca. Desde los transparentes del mar, hasta los celestes del cielo. Quién pudiera pintar azules así.La arena es blanca. Su tacto es extraño: masajea. No es arena, es coral deshecho. Pienso en mi amiga Raquel, pero no tengo nada donde pueda llevarle un poco.Llegan un par de jóvenes locales, y una pareja de extranjeros. Surfistas. Verlos recorrer las olas al fondo me alucina.Y el horizonte? No hay. Enfrente veo Lombok. Sus verdes siguen brillando. Como en distintas capas, su relieve aparece superpuesto, hasta perderse al final con las nubes. La luz es tal que en pleno día puedo ver la luna. Estar allí, mi mente en blanco, como el coral; los azules, ese verde. Es lo más difícil de describir que he visto nunca.Por la noche, Gili tiene vida. Cada dos días se hace una gran fiesta en uno de los bares del puerto (se van turnando). Uno puede en cualquier momento ir a la playa o volver a la música. Las pinturas de colores fluorescentes llenan las paredes. Y la gente baila poseída por sus más primarios instintos: las setas alucinógenas son legales en la isla. Aunque decido no consumir, estoy igualmente en trance.Las islas Gili llaman al instinto. A lo más profundo de uno. No son lo que yo llamaría salvaje, pero yo sentí como una parte que normalmente está dormida dentro de mí, allí salía, y no existía nada más.
lunes, 8 de marzo de 2010
Indonesia (2/3): Lombok y Gili Trawangan - Verdes, azules, surf, la luna y yo
Después de Surabaya, el siguiente destino fue la isla de Lombok. Pasé sólo un día allí, prácticamente de paso, pero por culpa de gracias a la localización del puerto, tuve que recorrer la isla de extremo a extremo. Lombok es verde. Las casitas parecen bungalows en todas sus variedades, desde los más grandes y lujosos, hasta los más sencillos. Mi alojamiento fue uno de ellos, en un lugar perdido de la ciudad, donde sólo había silencio, tranquilidad y las estrellas.Los árboles, altos, gigantes, lo invaden todo. Verde. Desde la carretera, que recorre la isla alrededor, se ve la playa, que rodea todo. Da la impresión de que Lombok es una montaña enorme rodeada por agua.En el puerto, el caos: mercancías, comercio, cajas, turistas, locales, trabajadores...El barco a las islas Gili es muy barato (10000 rupias, menos de un euro), pero no tiene horario: hay que esperar a que haya suficientes pasaeros para llenarlo. Tras un par de horas nos avisan. Es un barco que da un poco de miedo al principio, pero que luego me enamora. Mis compañeros de viaje son un par de parejas de ricos cincuentones, y locales, locales con tablas de surf, locales con sus hijos, locales con mercancías... Una vez sentados, el resto de huecos del barco se llena con cajas de comida, huevos, garrafas de agua... Da la impresión de que no aguantará el peso. Y rumbo a Gili Trawangan.Es sobrecogedor dejar semejante paisaje detrás. Simplemente indescriptible. Y tras un par de horas y muchos balanceos, llegamos a la más grande de las islas Gili.
Al llegar, decenas de locales se abalanzan sobre el barco: ofrecen transporte, alojamiento... Consigo deshacerme de la multitud. El camino principal acompaña a la playa a lo largo de la isla, como un paseo marítimo. Si uno se aleja suficiente del puerto, los restaurantes y bungalows comienzan a ser realmente baratos. Y menudas playas... Pero aun no las mejores.En las Gili, los coches y motos están prohibidos. No hay casi tiendas, ni siquiera de comida. Bicicletas y coches de caballos recorren el paseo marítimo. Y gatos, muchos gatos...Por la noche, la cena sentado al aire no puede ser mejor. La comida de Indonesia es una pasada. La brisa, las velas... Y el sabor del dulce tabaco de Surabaya.Por la noche (oh casualidad!) es (casi) luna llena. Está algo nublado: la luna aparece y desaparece. Y las olas rompen en la playa poco a poco, de un extremo a otro, como si alguien invisible estuviese corriendo en la orilla.De día, comienzo a rodear la isla. Se acaba el camino, empiezan los árboles. La playa a mi izquierda tras una fila de vegetación. La inmensidad del bosque a mi derecha. De vez en cuando, pequeñas casitas aun en construcción, medio hechas a mano por gente que querrá vivir aquí. Por un momento les envidio.Cuando considero que estoy suficientemente alejado, atravieso la verde espesura que me separa de la playa. ¡¡Oh!! Lo primero que veo es la gama de azules más bonita que haya visto nunca. Desde los transparentes del mar, hasta los celestes del cielo. Quién pudiera pintar azules así.La arena es blanca. Su tacto es extraño: masajea. No es arena, es coral deshecho. Pienso en mi amiga Raquel, pero no tengo nada donde pueda llevarle un poco.Llegan un par de jóvenes locales, y una pareja de extranjeros. Surfistas. Verlos recorrer las olas al fondo me alucina.Y el horizonte? No hay. Enfrente veo Lombok. Sus verdes siguen brillando. Como en distintas capas, su relieve aparece superpuesto, hasta perderse al final con las nubes. La luz es tal que en pleno día puedo ver la luna. Estar allí, mi mente en blanco, como el coral; los azules, ese verde. Es lo más difícil de describir que he visto nunca.Por la noche, Gili tiene vida. Cada dos días se hace una gran fiesta en uno de los bares del puerto (se van turnando). Uno puede en cualquier momento ir a la playa o volver a la música. Las pinturas de colores fluorescentes llenan las paredes. Y la gente baila poseída por sus más primarios instintos: las setas alucinógenas son legales en la isla. Aunque decido no consumir, estoy igualmente en trance.Las islas Gili llaman al instinto. A lo más profundo de uno. No son lo que yo llamaría salvaje, pero yo sentí como una parte que normalmente está dormida dentro de mí, allí salía, y no existía nada más.
Al llegar, decenas de locales se abalanzan sobre el barco: ofrecen transporte, alojamiento... Consigo deshacerme de la multitud. El camino principal acompaña a la playa a lo largo de la isla, como un paseo marítimo. Si uno se aleja suficiente del puerto, los restaurantes y bungalows comienzan a ser realmente baratos. Y menudas playas... Pero aun no las mejores.En las Gili, los coches y motos están prohibidos. No hay casi tiendas, ni siquiera de comida. Bicicletas y coches de caballos recorren el paseo marítimo. Y gatos, muchos gatos...Por la noche, la cena sentado al aire no puede ser mejor. La comida de Indonesia es una pasada. La brisa, las velas... Y el sabor del dulce tabaco de Surabaya.Por la noche (oh casualidad!) es (casi) luna llena. Está algo nublado: la luna aparece y desaparece. Y las olas rompen en la playa poco a poco, de un extremo a otro, como si alguien invisible estuviese corriendo en la orilla.De día, comienzo a rodear la isla. Se acaba el camino, empiezan los árboles. La playa a mi izquierda tras una fila de vegetación. La inmensidad del bosque a mi derecha. De vez en cuando, pequeñas casitas aun en construcción, medio hechas a mano por gente que querrá vivir aquí. Por un momento les envidio.Cuando considero que estoy suficientemente alejado, atravieso la verde espesura que me separa de la playa. ¡¡Oh!! Lo primero que veo es la gama de azules más bonita que haya visto nunca. Desde los transparentes del mar, hasta los celestes del cielo. Quién pudiera pintar azules así.La arena es blanca. Su tacto es extraño: masajea. No es arena, es coral deshecho. Pienso en mi amiga Raquel, pero no tengo nada donde pueda llevarle un poco.Llegan un par de jóvenes locales, y una pareja de extranjeros. Surfistas. Verlos recorrer las olas al fondo me alucina.Y el horizonte? No hay. Enfrente veo Lombok. Sus verdes siguen brillando. Como en distintas capas, su relieve aparece superpuesto, hasta perderse al final con las nubes. La luz es tal que en pleno día puedo ver la luna. Estar allí, mi mente en blanco, como el coral; los azules, ese verde. Es lo más difícil de describir que he visto nunca.Por la noche, Gili tiene vida. Cada dos días se hace una gran fiesta en uno de los bares del puerto (se van turnando). Uno puede en cualquier momento ir a la playa o volver a la música. Las pinturas de colores fluorescentes llenan las paredes. Y la gente baila poseída por sus más primarios instintos: las setas alucinógenas son legales en la isla. Aunque decido no consumir, estoy igualmente en trance.Las islas Gili llaman al instinto. A lo más profundo de uno. No son lo que yo llamaría salvaje, pero yo sentí como una parte que normalmente está dormida dentro de mí, allí salía, y no existía nada más.
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5 comentarios:
vaya viaje que estas haciendo !!!
y nosotros aqui en el frio .......pero la semana pasada he comido una pasta deliciosa a Boloña ...y este fin de semana visitare Lanzarote ....no tan exotico ....pero !
un beso ;-)
Puf, tus posts me ponen los dientes irremediablemente largos!!
(Que no cesen, por favor)
menudas fotos, si eso es solo una mustra de lo que hay, no quiero ni imaginar, o si, mejor imaginar al menos... No me extraña que haya despertado en ti esa parte dormida que todos tenemos... Suerte la tuya, oye..
fascinante
WOWWWWWWWWWWWWWWWWW
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