martes, 16 de marzo de 2010

Indonesia (3/3): Bali - El poder de ser corrupto, mono, dios o ladyboy

Mi visión sobre Bali puede que no sea del todo justa. Tras la impresión de las islas, pisar de nuevo una ciudad llena de turismo, edificios, motos y hoteles, resta encanto, por muy bonita que ésta sea.
La comida de Indonesia seguía fascinándome. La gente realmente amigable, pero las calles... Llenas de comercios que no paran de ofrecerte comprar esto o lo otro a grito de "sir!", alquilar una moto, aprender a surfear, irte de excursión a donde fuese...
La primera puesta de sol que vi en Bali fue ciertamente alucinante. En la playa de Kuta, llena de gente reunida a la misma hora para lo mismo, la arena o el mar no son tan impresionantes, pero la amplitud del cielo que se tiene desde allí sobrecoge. Pude reencontrarme con Gerth (un amigo sueco que hice en Singapur) en Bali para despedirnos antes de su vuelta a Europa. Tener alguien que pudiera vigilar mis cosas redondeó la experiencia: cuando el cielo en su esplendor empezó a dibujar tonos de colores, de rosas a naranjas, de azules a grises, de morados a rojos... Una puesta de sol de película. Y yo me hice a la mar (foto de la izquierda, el que levanta los brazos ^^'). Caminar mientras las olas te mojan poco a poco, directo hacia ese sol que se está acostando, entre surfistas y arropado por los colores del cielo...Pero Kuta es como la playa de la Malagueta de Bali. Qué pasa si nos atrevemos a rebuscar calitas perdidas por la isla??Pues para empezar, uno se entera de que hay calas en Bali que ya no se pueden pisar, sólo mirar desde lejos, porque han sido vendidas a complejos hoteleros, como la calita de Blue Point. Al parecer, Bali es uno de los países más corruptos del mundo, y su presidente tiene chanchullos de empresas con su hijo, que venden a particulares (hoteles y demás) playas y parcelas naturales, que usan para sus propios complejos privados, campos de golf incluidos. Así que toca mirar desde las alturas cómo un trocito del mar, por despreciables motivos, pertenece a alguien.Por suerte, hay terrenos que siguen vírgenes, y listos para disfrutar. Green Bowl es una cala a la que se accede tras media hora de "escaleras" en un bosque, con los monos cruzando encima de tu cabeza. Totalmente limpia, transparente, encantadoramente silenciosa (a excepción por el ruido de las olas) y ligeramente rocosa. Una delicia (si os fijais, ni siquiera había huellas en la arena... completamente sólo!).Pero no sólo de playas vive Bali. El interior de la isla es toda una aventura que también merece la pena. Si de Lombok hablaba de verde, nada tienen que envidiarle los verdes de Ubud y sus terrazas de arroz. El brillo que emitían, el tamaño de la ladera de la montaña, y cómo las casitas y caminos se adaptan a la verticalidad. Una pasada.También en Ubud está el bosque sagrado (Sacred Monkey Forest), lleno de monos tan acostumbrados al trato humano que se te acercan, trepan por tu ropa, te piden comida... Imaginad el santuario del bosque, totalmente dominado por la vegetación, salvaje; el tacto de la piedra, la compañía de los monos... (ampliad la foto del mono y yo, no digais que no es total xD) Pero sin duda una de los momentos más sobrecogedores fue poder admirar el volcán Batur, aun activo. La inmensa montaña, cuyo cráter, a la altura de las nubes, estaba lleno de vapor. Un volcán activo! En uno de sus lados, el bosque está aun quemado por la última erupción. La mancha negra entre la verde espesura dibuja el recorrido de la lava. Inmenso. Escalofriante. Increíble.A diferencia de casi el resto de Indonesia, la religión mayoritaria en Bali no es el islam, sino el hinduismo; concretamente una derivación conocida como hinduismo balinés, que incorpora algunas prácticas y creencias budistas. Y por supuesto esto se recoge en sus templos. No imagineis un templo como un recinto cerrado, sino una parcela de naturaleza amurallada en piedra tallada. Las puertas, llamadas candi bentar, no se cierran por arriba, es difícil describirlas, como inmensas esculturas a ambos lados del espacio de paso. Y por supuesto, no se puede entrar con ropa más corta de las rodillas, por eso daban una especie de pareo a la entrada de cada templo.Dos templos me enamoraron por encima del resto:
Un viejo monasterio en Bedulu, Goa Gajah, donde se encuentra la cueva del elefante. En la parte hindu, bajo el nivel del suelo unas esculturas derraman agua a una alberca. Dice la leyenda que lavarse la cara en dicho agua te mantiene joven para siempre. Dentro de la cueva se rinde culto a tres divinidades, entre ellas Ganesh. En la parte budista, las esculturas talladas en la roca de la montaña son preciosas, pero hace cinco años robaron el buda principal. Se le sigue adorando en el hueco que dejó, pero aun se busca al ladrón "para matarlo, por supuesto", según me explicó el guía.
El templo Tampak Siring (o de las aguas sagradas) es muy diferente. Un laberíntico recinto donde los espacios abiertos se comunican entre sí por las puertas candi bentar. Dos albercas con agua muestran en su fondo como la arena, negra, no para de moverse. No burbujea. Hay reflejos dorados, vegetación acuática, y esa misteriosa arena negra (imposible de fotografiar por el reflejo, es una visión que tengo grabada en la cabeza) que no para de agitarse. Conforme me adentro a otros recintos del templo, veo los espacios de las aguas sagradas, y a los creyentes de Bali bañándose en ellas, rezando y llevando a cabo ritos para curarse de enfermedades o librarse de la mala suerte. El agua lo purifica todo, y la convicción que presentan me hace creer por momentos que así es. No hay nada más peligroso fuerte que la fe humana.De vuelta a la ciudad, la vida nocturna es digna de mención. Cada noche, los clubs de Bali se llenan de extranjeros sedientos de fiesta, y locales sedientos de extranjeros. En la zona de ambiente, la gente llena la calle hasta la calzada, no cabe ni un alfiler. Los travestis, o ladyboys, tienen el poder. Todo el mundo busca un turista para que le pague las copas, entradas (para los extranjeros entrar a los sitios es gratis) y con suerte, invite a un hotel. Los drag queen shows no cesan, puede haber uno cada quince minutos, en una vida nocturna como hace tiempo no veía (y he de reconocer, echaba de menos). Con el cuidado adecuado (y para qué negarlo, siendo un poco borde) se puede disfrutar toda la noche de bailoteo y parloteo con los personajes más pintorescos de Bali sin acabar arruinado.Mi conclusión es que Bali ofrece al turista lo que ha venido a buscar, pero de una manera tan obvia que quizás le resta encanto. Me da pena que una tierra tan rica se explote sólo en beneficio de unos pocos mientras el resto pasan hambre o rebuscan la manera de tener dinero para comer. Pero hay cierta magia en Bali, una especie de isla de los sueños, que según me parece, corre el riesgo de convertirse en un Marina d'Or gigante dentro de unos años.Y con este post finalizan mis crónicas por Indonesia. Pincha aquí si quieres ver el resto de fotos en facebook. Pronto más andanzas por Singapur y otros rincones de mi cabecita... ^^'

4 comentarios:

Mandrágora dijo...

Me encantan los travelogues de este tipo, con vivencias propias y con todo lo que te va alucinando por el camino que seguramente sería lo mismo que me alucinaría a mi!

Sigue así! Y sigues dándome muchísima envidia! No pares de disfrutar!

Nuria dijo...

la drag de abajo vestida en b/n tiene un aire a la jurado......

. dijo...

Con-tras-te.


Es una palabra que intento evitar cuando hablo de lugares poco comunes, porque me suena a tópico, pero Bali da la sensación de rebosar constraste pro los cuatro costados...


No dejes de viajar, que leerte es una gozada :)

Hugo Mulholland dijo...

que preciosidad el templo del bosque...