Luego, me pongo las chanclas (no se puede llevar calzado en el interior del hostal) y salgo a la calle a fumarme un cigarro en pijama. El tiempo a esa hora es pefecto, los comercios sacan y meten cajas de sus camiones, y me dejo invadir por los primeros olores, colores y texturas del día. A la izquierda de la puerta de mi hostal hay un negocio de masajes tailandeses, y tras el cristal la simpática chica que siempre está ahí me sonríe y saluda con media reverencia (a lo q respondo de la misma manera). El siguiente negocio es una especie de tiendecita / herbolario chino donde se venden desde botes que jamás sabré qué contienen, hasta colas de serpiente, huesos de diversos animales para cocinar y otros diversos y extraños productos.
En la puerta hay un espejo vertical. En él, me miro cada mañana y siempre me asalta la misma pregunta: ¿qué coño hago yo aquí?
La primera respuesta que me doy es "Buscando". ¿El qué? No lo sé. ¿Por qué aquí? ¿Por qué no? ¿Quiero saberlo? El caso es que ese cigarro es el comienzo de la pequeña rutina que me voy creando sin darme cuenta. Durante los minutos que dura yo no estoy aquí, ni allí, ni en ninguna parte. Cada partícula es cuestionada, y sólo existe el divagar.
Hoy, tras acabarlo, he entrado de nuevo al hostal, cogido mi cámara, e intentado hacer que veáis lo que yo cuando salgo de "mi casa" y entro en la ciudad.
1 comentario:
Qué exótico... No sabía que aún estabas en Tailandia. ¿De estudiante o trabajando?
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