viernes, 25 de octubre de 2013

de la cocina a los pies

Primero respira hondo. Luego abre su mano y se hace mil pedazos una taza de café. Sin café. La luz de la cocina tintinea. La sensación es como la de dormir con un peluche cuando eres mayor. Te sientes absurdo, inmaduro o irresponsable incluso, por dejar que te reconforte. Mientras recoge los trozos de una historia que no es la suya, barre con desgana y se maldice por torpe. Por suerte hay un balcón a escasos pasos, donde mirar un pedacito de cielo, su pedacito de cielo, que para eso paga casi puntual a su casero, y ya pasa a pensar en el dinero, y en las cosas que hacer, y en fregar los platos del almuerzo de ayer.

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