lunes, 31 de enero de 2011

Érase una vez mi primer día como carnicero...

Hablando el otro día con el inigualable Manu (el muchacho de la hamburguesa del post anterior), en una de estas conversaciones en las que se los temas se encadenan sin sentido aparente, me vi contando mi primer día como carnicero, allá por 2005, en una cadena de supermercados granadina de lo más barata que hay, o eso dicen, que no soy yo de comparar precios.Y es que aunque desde hace mucho ando curriculum en mano sin problema en ejercer profesión alguna, resulta que el camino se me ha llenado de experiencias laborales de cara al público, y una de las más inesperadas (y cortas) de ellas fue el negocio de la carne (animal, se entiende).Primero me tocó en una cadena de montaje de envasados, es decir, nuestro trabajo consistía en preparar las bandejitas blancas que se venden en los supermercados con los productos de charcutería. Pero el temido e inevitable momento llegó, y hubo que pasar del almacén al mostrador, y atender a señoras ávidas de su "cuarto y mitá" de lo que fuese (que por cierto, cuarto y mitad son tres cuartos, o cuarto y medio? pensadlo con la esfera de un reloj...).
Me enseñaron lo básico (aunque yo diría que lo justo), que consistía en saber partir un pollo en 4 o 6, según la petición, pues era lo más común y lioso."- Quiero un conejo troceado", dijo la primera señora... y me dispuse a tratarlo como al pollo, sin querer mirarla a los ojos, ni a ella ni a mi encargado. Llegó el momento de partirle la cabeza al pobre cadáver (yo soy muy carnívoro, pero tampoco hay que regodearse en la imagen de la criatura cruda), "en dos" me dijo el encargado... "-En dos? - me preguntaba yo. - Vertical, horizontal u oblicuo?" Nervios, nervios, empuño el cuchillo (un eufemismo de aquella espada), nervios, no dudes más, y chas! Y tras el chas, un chof de sangre a la blanca pared, mis ojos como platos, y la cola de la charcutería consternada.Lo siguiente lo cuento ahora riendo por no llorar, porque en su momento fue un mal rato, pero malo, malo... Las señoras hicieron motín contra mí, pobre novato de mí, y todas ellas pidieron ser atendidas por mi compañero y encargado, que me fulminó con la mirada, e hizo que volviera dentro el resto de aquella mañana. Y es que a una señora no se le juega con sus carnes.
Y como no hay mal que por bien no venga, esta anécdota me recuerda que nadie nace sabiendo, que de los errores se aprende, y que con vergüenza no se llega a ningún sitio. Y con frases hechas, como lo haría toda una señora...

Pd: la historia terminó con una semana tras el mostrador, y vuelta a las bandejitas, que era más eficiente...

(imágenes de algunas de mis aventuras culinarias por el sudeste asiático, algún día he de dedicarles todo un post)

7 comentarios:

Stultifer dijo...

Te dije que te convirtieras en vegetariano y que dejaras las carnes a un lado. Lo que es cierto es que puede dar susto tener a alguien partiéndote una carne sin conocer la mejor forma de hacerlo porque normalmente se estropea lo comprado. Todo mi apoyo logístico en tu nueva aventura laboral (esperemos que temporal).

Z dijo...

Si te soy sincero no me extraña que lo de meter espadas en conejos no se te dé bien. XD

. dijo...

Yo fui frutero... y no había sangre, pero sí que tenía que "adivinar" para cada señora cuál era el mejor melón... me encantaba partir sandías. Y poco más he de añadir de aquel verano infame :D

(Una delicia leerte, para variar)

Angie dijo...

jaja, como me reído con tu historia, aunque supongo que en su momento, como dices, fuera más para llorar. Yo creo que eres un tío valiente simplemente por haber tenido los mismísimos de enfrentarte al conejo y lo que es peor, a las señoras! Todo el mundo no se pringa en puestos para los que no están preparados, ni formados, y lo que es más importante, motivados...
Aún recuerdo yo mis tiempos en el Toys r us (q ya no me acuerdo ni como se escribe, jeje), en los que me decía "5 años estudiando psicología pa esto". Y 5 años después, otra vez en paro, si tengo que volver a trabajar en algo que no me guste por necesidad lo haré, ahora, creo que con el conejo, la espada y las señoras ya no me atrevo,jeje.

saludos

Santi dijo...

el otro día hablaba yo con un chico del mercadona... todo fue porque yo llegué y cogí mi número... pero la chica que estaba delante de mí, no lo había cogido... y le dijo: "coge siempre número; ahora porque está el chico pero te coge una doña.... Las doñas son terrible"; y vamos que sí lo son jajajajajaj.... no sé cómo no hay una peli de terror que se llame "las doñas". Me contó que la mayoría ni dice buenos días y lo tratan fatá y forman unos pollos terribles ...

A mí me caen bien, supongo que porque durante muchos años fui yo mismo una doña jajajaa, pero claro, la cosa cambia cuando es un trabajo y, jesúúus.

Pero vamos, la cosa es ponerse; a hacer cosas, digo jajaja

Besos

El Chico de las Zapatillas Rosas dijo...

Me encantó tu descripción ;)
Que viva la comida (ya en el plato y hecha jaja!)
Saludos

José R. González dijo...

yo también empecé en un super y me he sentido bastante identificado con tu experiencia je je je. ¡Un saludo, charcutero!