Hace un par de días, volví de Tailandia. Tengo muchas cosas que contar de allí, pero mientras ordeno fotos y eso, me apetecía escribir unas palabrejas acerca de los elefantes. Y por qué los elefantes? Pues porque en Tailandia el elefante está presente en todos lados.

Para empezar, es un símbolo religioso. En el hinduismo (aunque Tailandia es más bien budista...), el dios Ganesh tiene cabeza de elefante, pues su padrastro Shiva le cortó la cabeza al recién nacido de su esposa Parvati y el guardia con el que le fue infiel. Parvati, la pobre, prometió sustituir la cabeza por la del primer animal que se cruzase, y mira por dónde fue un elefante. Al parecer, en el budismo, se cree que Maya, la madre de Buda, concibió a éste a partir de un sueño en el que un elefante tocaba su barriga (a falta de palomas...).

Pues bien, en un principio, al elefante se le tiene mucho respeto. Es majestuoso, amigable, y hasta se dice que son capaces de prevenir los frecuentes terremotos y tsunamis que ocurren en la zona (según parece,
en 2005 un grupo de elefantes se puso a llorar horas antes de un tsunami, subiendo con la trompa a su lomo a un grupo de turistas y salvándolos así de la catástrofe, al no hacer caso de sus cuidadores e ir a refugiarse). Pero claro, también se les usa para transportar los árboles que se talan ilegalmente, se domestican la mayoría de ellos, haciendo disminuir su reproducción y dejando a la especie asiática hoy por hoy al borde de la extinción, por no hablar del tráfico de marfil debido a lo fácil que resulta cazarlos, o su malnutrición y peligro que corren en ciudades como Bangkok, donde desde hace tiempo son ilegales, lo cual no evita su posesión, sino que se les esconde y obliga a vagar por autopistas (y creedme, una autopista de Bangkok no es poca cosa...).

Para mí ha sido bonito de alguna forma, la presencia del elefante en este viaje. A los de verdad los he visto más que nada para llevar excursiones de turistas en la pequeña isla de Phuket (digo a los de verdad porque había elefantes decorando todo tipo de establecimientos, así como en las puertas de discotecas, souvenires y un largo etcétera). Pero el elefante siempre trae a mi mente recuerdos de hace muuucho tiempo (cuando yo era no un niñato, sino un niñillo!). Y sí, a partir de aquí esta entrada se vuelve algo ñoña y nostálgica.

Para empezar, siempre que mi hermano y yo nos poníamos a pintar y colorear con mi madre, la primera cosa que ella dibujaba era un elefante de grandes orejas sosteniendo un montón de globos de colores con la trompa. Siempre adoraré ese dibujo, no sólo por los momentos que representaba, sino porque aun hoy no entiendo cómo podía hacerme reír tanto.

Recuerdo también como Dumbo era la única película decente que había en casa de mis abuelos, y de nuevo mi hermano y yo, dale que te pego al rewind (ains, aquellos maravillosos vhs) para pasar lo que hubiese grabado de la tele y ver las aventuras del elefante volador una y otra vez.
El animal favorito de una de mis titas siempre fue el elefante. Coleccionaba miniaturas, y tiene tantas y tan diferentes, que cuando vivía en Granada (hoy por hoy anda por Luxemburgo ella!!) a mi prima y a mí nos encantaba jugar con ellos, algunos más grandes, otros minúsculos, de metal, de colores...

Y para terminar, un par curiosidades que me planteó la peli de Disney: cómo podía la cigüeña con el peso de Dumbo? Por qué nadie se acuerda de que Dumbo desubrió que volaba tras su primer ciego y posterior resaca? En fin, os dejo con el momento clave de la película, todos nos preguntaremos siempre si de verdad sólo bebieron un barril de vino o se tomaron alguna seta que otra...
Eso sí, lo que nunca vi ni veré jamás, es un elefante volar...
(imágenes de los elefantes de Phuket y del zoo de Singapur, de un servidor ^^')