Noches de un finde cualquiera

Me sorprendió la llegada de esas noches en las que un sofá se te antoja como la mejor compañía. Y no es que las sonrisas y diversión que conlleva la vida nocturna ya me den pereza, más bien fue la duda momentánea preguntándome si algún día terminaré diciendo "yo ya estoy mayor".
Una vez superada la fase del bostezo, y asumiendo de que si se fuerza mucho un horario puede terminar rompiéndose, llega la elección del atrezzo que acompañará a los vaqueros toda la noche. Algo de picar de última hora, 20 minutos de reflexiones mentales andadas y a poner esa sonrisa impecable detrás de un mostrador. A partir de ese momento, son cuatro horas lo que esperan de escaleras, vasos, comentarios sin ganas o con todas las intenciones y el gran esfuerzo mental de unir con flechas los cientos de nombres con sus caras que acaloran la escena.Por suerte, siempre hay miradas que mueven algo en el mismo estómago que terminará pidiéndome un kebab cuando la palabra responsabilidad deje de tener sentido por hoy. También puede que quien menos te lo esperes te deje boquiabierto al aparecer por sorpresa. O que la suerte me recuerde con momentos de complicidad que soy del equipo que gane o pierda, da el paso al unísono.
Al terminar, el cuerpo me pedirá liberar la información asimilada en forma de bailes de canciones de la nueva época de The killers que tan poco me gusta, o quizás algún "great dj" me sorprenda con saludos desde la cabina y las notas que ponen a mis amigos a chillar.
Un frío justo para espabilar es el único que se atreve a acompañarme a casa (con lo lejos que vivo!!), y entre churros con chocolate si se tercia, el periódico si trae peli y el recibimiento de la duda con ganas de acostarse conmigo suelen ser tanto los finales tristes como los alegres de las noches de un finde cualquiera.

Y a mí que me gusta el tacto de mi almohada!!

(audio: insomnio by homeone
imagen: granate paulova by me)